De máquinas telefónicas y otros inventos desesperantes, o cómo conseguir que no nos afecten

 

Los avances tecnológicos tienen sus beneficios. Nos hacen la vida más sencilla, nos evitan tener que hacer tareas que o bien no sabemos hacer o que son dificultosas. Intentan simplificarnos las cosas y nosotros vamos adaptándonos a la implementación de los mismos en nuestra vida diaria.

Pero esto no ocurre siempre.

Sí, supuestamente las máquinas están ahí para que todo sea más simple. Pero son máquinas. El ser humano necesita de una interacción diferente, y es por eso por lo que, por ejemplo, las empresas que tienen locuciones automatizadas en sus teléfonos para atender al público, tienen una opción —a veces muy escondida— para poder hablar con un ser humano que nos comprenda, y no con la típica máquina que nos llega a veces a sacar de nuestras casillas.

Y ahí queríamos llegar en este artículo. A veces lo que requerimos de una empresa, una máquina nos lo puede solucionar: el importe de una factura, el compromiso de permanencia, la activación o desactivación de un servicio… Pero, ¿y si necesitamos comentar ese servicio antes con alguien de la compañía? ¿Y si intentamos que nos pasen con un operador y no somos capaces de hacérselo entender a aquella máquina, empeñada al parecer en que sigamos marcando números para opciones que no nos interesan? Surge la absoluta desesperación.

¿De verdad una máquina va a superarme y conseguir que pierda los nervios, además para nada?

No podemos daros una fórmula mágica para que siempre os pasen la llamada con un ser humano, pero al menos vamos a intentar que la interacción con esas máquinas no nos cree una úlcera estomacal.

  • Antes de hacer la pertinente llamada, si ya sabemos que una máquina va a estar al otro lado, tómate unos segundos para mentalizarte.
  • Controla tu respiración: Si comenzamos a hiperventilar, no conseguiremos más que añadir estrés al momento.
  • Sí, es una máquina: Y por ello, va a entender solamente comandos para los que esté programada. Por mucho que intentemos explicarles o incluso insultarles, acabaremos nosotros desesperados y la máquina seguirá sin comprender lo que necesitamos.
  • Piensa en un buscador de internet: Al igual que en un buscador no introducimos un endecasílabo para buscar información, la máquina tampoco entenderá más que palabras sueltas.
  • Procura tener algo a mano para juguetear con ello: Esto puede ayudar a que nuestra frustración se focalice en un objeto y no se nos enquiste dentro.
  • Si sientes que te está superando la situación, es mejor que cuelgues y llames otra vez pasados unos minutos. Ganarás más haciendo esto que insistiendo mientras estás desesperado.
  • Tómatelo con humor. Es algo complicado, pero seguramente si lo ves con perspectiva, podrás sacar esa dosis de humor a la situación y poder compartirla con los amigos la próxima vez que os veáis. Y eso hará que en la siguiente ocasión que tengas que hablar con una máquina, instantáneamente pienses en la anécdota tan graciosa que tendrás para compartir.
  • Usa tus sentidos: Si mientras intentamos domar a la máquina, podemos oler nuestro perfume favorito, o fijamos la vista en un cuadro que nos gusta… Si desviamos nuestro enfado hacia nuestros sentidos, sentiremos en unos segundos algo menos de malestar.
  • Un rápido masaje nunca viene mal. Podemos masajear la parte baja de nuestras cejas, haciendo círculos concéntricos, o en el centro de nuestra frente, o en las sienes. Hay muchas formas de realizar el masaje, y es una manera rápida y sencilla para aliviar ese estrés que puede crearnos el no hacernos entender por la máquina.

 

La clave está en practicar y elegir la técnica que más nos ayude. Puede que en alguna ocasión acabemos rindiéndonos y colgando sin haber podido resolver el problema, pero nos daremos cuenta de que, cuanto mejor controlemos la ansiedad, menos nos afectará esto y, por lo tanto, más veces conseguiremos nuestro objetivo.

Primero serán las llamadas telefónicas; más adelante, quién sabe…

 

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